miércoles, 6 de noviembre de 2013

Humorista a su pesar


 "Su mano de mujer está grabada
 hasta en el lazo azul de la cortina;
      no hay jarrones de China,
 pero es toda la estancia una monada"

 Gastón Fernando Deligne (1861 - 1913), dominicano y monada


   

miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Quién no lo ha pensado un sábado noche?

       "Pero al besarla, sentí
       mi labio sin movimiento,
       porque un negro pensamiento
       me asaltó allí.

      ¿Quién sabe si el vivo ardor
      de mi boca osada, ansiosa,
      no iba a secar ya la rosa
      de su pudor?

     ¿Quién sabe si tras mi fiel
     beso, otro labio vendría
     que ambicioso borraría
     las huellas de él?

     ¿Quién sabe si iba el desliz
     de mi labio torpe, insano,
     a volver su mano, mano
     de meretriz?

    Mano asquerosa, infernal (...)"



José Jacinto Milanés, romántico cubano y feminista

sábado, 11 de mayo de 2013

Nosotros somos los malos



 Una de las cosas "buenas" de la crisis es habernos dado la oportunidad de ser más críticos con el sistema en el que estábamos instalados, más conscientes y exigentes con las injusticias cotidianas. En cierto modo me sentía optimista con este cambio, hasta que una pequeña conversación reciente me ha hecho preguntarme si nuestro espíritu crítico no es tan sólo una forma de buscar cabezas de turco a quienes culpar de la situación (tiene que haber "malos" para que nosotros seamos los "buenos"), sin que por ello cambie nuestra propia actitud y, por tanto, la situación general. 

 Un ejemplo claro: diputados que cobran dietas para pagar alojamiento en Madrid a pesar de que ya viven en Madrid y tienen uno o varios pisos en la capital. Aunque sea legal, no es moral, decimos todos. Los políticos, como los banqueros y etc., son los malos. No cabe duda.

 Veamos ahora: tú mismo (o tu hijo, pareja, amigo, etc.) tiene la oportunidad de cobrar una pequeña subvención en concepto de, pongamos por caso, "emigrante retornado" (unos 400 euros al mes). Es legal, porque realmente vuelves a tu país sin trabajo durante los 3 meses en que pides la subvención. Pero no es moral, o eso pensaba yo, porque en el ejemplo discutido resulta que vuelves a España pero de vacaciones, y que realmente no estás en el paro (sí técnicamente, pero...) porque ya firmaste otro contrato para el curso siguiente. Además, no necesitas el dinero en este momento.

 Pues bien, prácticamente todas las personas con las que he debatido el caso, las mismas personas que clamaban al cielo contra el caso de los diputados, han afirmado que por supuesto aceptarían la subvención. Sus argumentos:

- "Es una cantidad tan pequeña... ¡No se puede comparar con los millones que roban los políticos y banqueros!". Entonces: ¿se supone que una persona que hace algo legal pero inmoral para cobrar 1.200 euros renunciaría a hacer otra acción similar para cobrar 1.200 millones de euros?

- "Para que se lo quede un político ladrón, prefiero quedármelo yo". Aún si estuviéramos completamente seguros que ese dinero iba a ir de nuestra renuncia al bolsillo del político, ¿es que atracarías a una vieja porque de todas formas iba a ser atracada en la siguiente calle?

- La mayoría de las personas cierran su argumentación con un "mejor lo cobro y ya se lo daría a una ONG o a alguien que lo necesite" (si es dinero legítimo, ¿en qué se diferencia del dinero que ganas mensualmente y no das a una ONG ni a nadie que lo necesite?). Entre otras varias personas, esto mismo lo dijo una persona que cobra mensualmente un mínimo de 5.000 euros al mes más la casa y el coche. Esta persona no renunciaría a la subvención de 400 euros, aunque luego se lo daría a una ONG, dice... ¿Debemos suponer que no ha dado nunca dinero a una ONG porque 5.000 euros más casa y coche es el mínimo que necesita para sobrevivir, y que con 5.400 euros más casa y coche sí tendría excedentes para una buena causa?

 Más que rabia, me hace sentir tristeza.

viernes, 3 de mayo de 2013

Novela anglocaribeña

     A veces (dos veces) alguien me ha preguntado sobre qué tipo de novela se escribe ahora en el Caribe anglófono. Y la verdad es que yo no he sabido qué contestarles, porque casi todo lo que había leído era de la época “clásica”, es decir, autores que eclosionaron en los años 50-60. Son, por cierto, escritores coetáneos del “boom” latinoamericano pero, excepto el gran Wilson Harris, sin apenas rastro de la creativa originalidad de sus colegas hispanos. Qué distintos, por ejemplo, los dos novelistas caribeños que ganaron el Nobel: nada que ver la frondosidad de García Márquez (o Carpentier, Lezama Lima, etc.) con la sequedad de Naipaul (o Selvon, Lamming…). Lo cual no significa que no haya grandes obras entre los anglófonos, y pondré como ejemplo la novela que más me gustó de las que he leído: The Dragon can´t dance, de Earl Lovelace (1979), con su ritmo sensual y a veces explosivo.

Pero volvamos a 2013. Para leer algo de narrativa anglocaribeña reciente compré una novela que acababa de ganar el premio “Bocas” (sic) al mejor libro caribeño publicado en 2012: Archipelago, de la trinitense-británica Monique Roffey.


Y la verdad: lo he dejado de leer antes de llegar a la mitad del libro. Me recordaba continuamente a una de esas películas de la sobremesa de Antena 3. Un padre con un pasado dramático y cansado de la rutina diaria se embarca con su hija y su perro en un viaje iniciático por el mar Caribe. Con grandes momentos Antena 3: nada más partir coge su móvil y, oh valentía sorprendente, lo tira al mar. Y pretensiones que repelen: su viaje será una aventura espiritual comparable (o eso cree la autora) a la del capitán Ahab en Moby Dick. Sólo espero que este no sea realmente el mejor libro anglocaribeño del año anterior, o que Ana Rosa Quintana y Paulo Coelho se empadronen en el Caribe para competir fieramente en la arena literaria, que podríamos llamar más bien desierto. 

Pero el verdadero momentazo de la novela viene en su capítulo 5 cuando, aprovechando que el protagonista llega a la isla venezolana de Margarita, la autora nos demuestra que no sólo destaca en la creación de dramones antenatrésicos, sino también en la profundidad de su análisis político: Chávez. "Good man or bad man?", se pregunta con pasmosa clarividencia. Repite chismes de la prensa, dice alguna cosilla buena para mostrar su amplitud de miras y, en un momento, como quien no quiere la cosa, se le escapa: "He (el protagonista) can´t stop thinking of the singing communist. Chávez. The dictator has been on his mind all morning". Es decir, el hecho de que Chávez, a pesar de ganar las elecciones limpiamente, sea un dictador, se da por hecho, no necesita ni ser pensado o analizado, es así. Ah, vale. Acabaré entonces con un análisis imparcial de esta novela:

 ¿Es una buena novela o es una mala novela? No podría decantarme por ninguna de las dos opciones, tiene elementos positivos y elementos negativos, así que será el lector quien decida sobre la calidad literaria de esta mierda infumable.

jueves, 2 de mayo de 2013

Limones y corbatas


 En esta película, "Los limoneros" (Eran Riklis, 2008), se plantea una lucha desigual entre una mujer palestina que vive con sus limoneros y el ministro israelí de defensa que se instala enfrente de ellos, temerosos siempre de que le ataquen con algún cóctel limotov. Al principio de la película se muestran imágenes hermosas y coloridas de ese campo de limoneros, al final sólo podemos ver un grisáceo muro de hormigón que se ha levantado para separarles (tras haber arrasado los limoneros, por si acaso le deslumbrara su color).

 Este póster de la película (arriba) me ha recordado la imagen que, según me dijeron, tuvieron mis estudiantes durante el examen del Quijote (de estas sesiones formales de exámenes donde se encierran estudiantes de diversas carreras). Enfrente estábamos los profesores: todos ellos con oscuros trajes y corbatas, y en medio de ellos una mancha verde y amarilla que era yo.

 Profesores que no bajan a la tierra ni para saludar a sus propios estudiantes, que impertérritos amenazan con un suspenso o un apocalipsis, mientras la vida va pasando ahí afuera. Deben tener mucho miedo, los pobres profesores, para necesitar una armadura que imponga un distanciado respeto que no saben ganarse de otra manera.

 Los de humanidades, será por el hecho de ser humanos, suelen ser los más informales, sí, pero me recordaba un compañero que también suelen ser los más angustiados y depresivos. Ah, claro, que son profundos, los pobres... Será para ganarse el respeto de otros profundos cavernícolas, será por miedo a la luz, a ser felices. En ambos casos: son unos imbéciles, literalmente.

 "La más honda verdad es la alegría" (Claudio Rodríguez).

Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas


"- Esto es producto de mi karma.
- ¿A qué te refieres?
- A mi enfermedad. Tal vez he matado demasiados comunistas.
- No importa, lo que cuenta es la intención.
- También he matado infinidad de bichos en mis plantaciones."

"- ¿Eres un fantasma?
 - No, soy un bagre."

 (Apichatpong Weerasethakul, 2010)

domingo, 28 de abril de 2013

Rastas, tierra prometida

Jamaica, 1966. Un buen número de rastas, en una curiosa reinterpretación de la historia, habían decidido que Haile Selassie, rey de Etiopía, era el nuevo Mesías de la humanidad negra. Y Etiopía la tierra prometida, donde algunos llegaban a instalarse. Pero no todos. Y si la isla no va a Haile Selassie, Haile Selassie va a la isla: el 21 de abril de 1966 desciende del cielo este "Dios reencarnado", quien no parece tan decidido a descender del avión, atemorizado ante la presencia de miles de eufóricos jamaicanos. Imaginen la escena: Juan Carlos I llega al aeropuerto de Puerto Rico y descubre que miles de puertorriqueños piensan que él es el Mesías...


Europa, 2012. Un buen número de blanquitos, en una curiosísima reapropiación de una cultura ajena, deciden que Bob Marley sea el profeta de un paraíso que se llama Jamaica, donde llegan a instalarse algunos de ellos. Pero no todos. Y si los blanquitos no van a la isla, la isla va a sus salas de conciertos. En 2012 está previsto que descienda del avión uno de sus representantes, Sizzla Kalonji, muy auténtico él. Hasta que alguien descubre que entre los rasgos de su autenticidad rasta está el promover el asesinato de homosexuales. Oh, sorpresa. De repente urbanitas modernos y progresistas descubren que su idolatrada cultura rasta es, digámoslo así, conservadora, rural y religiosa. Para leer la Biblia, promover el machismo y separar a la gente por su raza digo yo que no hacía falta salir de España...


PS: Aunque ambos "movimientos" tengan en común la curiosa idolatría ciega hacia un personaje y un país lejano y en general totalmente desconocido, hay también enormes diferencias. El movimiento rastafari jamaicano, con todo su sincretismo, es un conjunto de reinterpretaciones originales, con un nuevo sistema de símbolos (no necesariamente formado de símbolos nuevos), que sirvió para dotar de un carácter propio, y de un orgullo, a muchas personas oprimidas y con una historia terrible de sumisión a sus espaldas. Sin embargo, la versión europea posterior es tan sólo una mala copia sin raíces ni contexto ni originalidad alguna. Y, en última instancia, sus objetivos son hasta contrarios: de formar una cultura propia para todo un pueblo marginado se pasa, en Europa, a apropiarse (que no reinventar) una cultura ajena para que cierta minoría elitista se sienta cerradamente distinta a aquellos con quienes comparten una cultura que, a diferencia de los jamaicanos, desprecian sin contribuir a crear, o recrear, ninguna evolución original y, al menos en su momento histórico, liberadora.

miércoles, 24 de abril de 2013

Una ciénaga global

 Calor, sueño, camas, muros, silencio.

 Muerte, distancia, incesto.

 Absurdos, repeticiones del absurdo.

 Idiotas, papá, perros, ciegos, ciénagas.

 Dinero.


 "Canino", de Giorgio Lanthimos (Grecia, 2009)

 

 "La ciénaga", de Lucrecia Martel (Argentina, 2001)

 

lunes, 22 de abril de 2013

A poem of mine translated into English (by Shivana Maraj)


First post in English, that´s weird :p. Just to show one of my poems to my English-speaker friends who wanted to read something from me but whose Spanish is limited to "Hola, ¿qué tal?", "Eyyy, Macarena" and "Me gusta tu cuca". Especially dedicated to Shilpita, although her Spanish is so fluido than she became a friend of mi mamá ("tú vas India, yo vas España, te quiero mucho como la trucha al trucho"). 

Most of my poems are comical and talking about politics, but writen in dialect, so they kind of difficult to be translated. That´s why my loved Shivana chose one of the few poems writen in "standard" Spanish, so she could translate it into "standard" English. Maybe next time she could try it from dialectal Spanish to Trini creole English... :)




                           I

I give her a branch and she flies like a bird
And sends me postcards from the farthest land
Always drawing the way
That I follow without doubt

In the background is the sea, always the sea
And she is always, always waiting
While breaking at her feet are waves
Looking for a shore since Homer's time

And just when the waves threaten to drown her
She escapes flying like a bird
And no one could tell
On which branch this flight will end

Whenever someone asks me
I say it's very easy to find her
Just get on the first train
And don't get off until the last stop

And that is how one day
I found her holding the world
As if it were an apple
And life was a bite


(From Epilírica. Madrid: Hiperión, 2008)

martes, 16 de abril de 2013

Dragados y construcciones


 "Dragados" es una palabra curiosa. Podríamos delirar largamente sobre esta palabra. Suena a banda de rock, a dragones o a víctimas de algo. Pero no escribo aquí por esto, o eso creía, sino porque acabo de leer "Dragados y construcciones", un título genial para un poemario de Adolfo Cueto. Que he leído con atención, aunque sólo sea porque es el primer libro español reciente que cae en mis manos en los últimos meses (remotidad trinitaria).

 Y pronto, a medida que iba subrayando o garabateando el libro, me he dado cuenta de hasta qué punto uno -o al menos el uno que yo soy- lee para encontrar lo que le gusta. Parece obvio, pero no lo es tanto porque, por ejemplo, eso significa que no valoras -o al menos no valoro- un libro por sí mismo, sino por la cercanía que sienta hacia él. Debe ser que me hago viejo y, como en las chicas, uno -o al menos etc.- asume que no va a poder culeárselas a todas, y que es mejor profundizar en un solo camino, que es el propio. Aunque a veces da pena dejar atrás el posible disfrute de Juanrramones o de Ramonas de atractivos diferentes.

 Así que hablar de un libro, de este libro, es en realidad hablar de lo que a mí me gusta, y lo que me gusta es:

- Las iluminaciones que de repente nacen de una imagen (que la esperanza sea un murmullo de insectos aturdiéndote, que el dolor se retuerza en ti como un papel quemado, que el fuego de dos lenguas enroscándose "arroje nuestras sombras / a la pared del fondo", que la tierra por la que mataron los devore a todos) o de un juego de palabras ("que nos parta un rayo / de placer", que "mientras sé, saboreo / todo tu cuerpo mortal", que sea "de pronto tan tarde").

- El ritmo, me encanta el ritmo en los poemas, que juegue con mis pulsaciones, que me haga sentir más allá de las palabras. Me encantó que el ritmo del poema "Azca" me vaya perdiendo ("Te trabaja despacio, sin piedad, qué creías, / ni tampoco violencia") para luego, de repente, dejarme solo donde "no hay nadie, / nada. Sólo estos rascacielos".

- Necesito que me confundan, pero no de forma arbitraria, sino sembrando algunas piezas que yo pueda unir, aunque luego sea yo el arbitrario. La verdad, no me gusta que en algunos poemas del libro se describa una emoción definida, que incluso se nombra (el miedo, el dolor, la decepción...), sino que me gusta cuando yo mismo no sé qué sentir, pero de hecho siento.

Y cierro con el que, quizás por esto mismo, es uno de mis poemas preferidos del libro:

    CIBERMÍSTICO ESTÁIS

 El rumor, mientras duermes,
 que arrastra la ciudad, su maquinaria
 perfecta: los cables subterráneos
 que trepan por las paredes, las ondas, las antenas,
 que llegan hasta dónde; un sueño de azoteas
 sin muros ni crepúsculo; pantallas
 encendidas, mensajes repitiéndose
 del cero al infinito; el tiempo escaneando
 tu nombre de repente; guarismos, cifras,
 aire: las luces fluorescentes
 diurnas, en la noche.

lunes, 15 de abril de 2013

La vida en las ventanas

 La verdad es que Juan Ramón Jiménez me interesa de la forma en que me interesa Aznar: como objeto de parodia (Rajoy no sirve ni para eso). Pero hay un libro suyo que me gustó, al menos en parte: Diario de un poeta recién casado. Ahí, tras su etapa modernistoide ("El cloroformo de esta luna sifilítica y azul"), por los años de su etapa pura ("¡Oh, la Luna! ¡La Luna!"), y antes de sus delirios metafísicos ("Oh, Luna Alunada Y Alucinante"), tuvo algún momento en que se convirtió en humano (debió ser por la cercanía de la carne reciente, aunque tengo para mí que Zenobia se aburría lo suyo). Y en ese libro es que encontramos un verso brillante:

 "¿Es la luna, o es un anuncio de la luna?"

 Un verso que recordé aquel día de principios de 2010 cuando trabajaba en Varsovia y se estrelló en Rusia el avión donde iba el presidente polaco, Lech Kaczynski. Los estudiantes estaban tan impactados que se tuvo que interrumpir la clase, las abuelas aburrotaron los supermercados en busca de latas de conserva, y algunos padres hablaban en voz baja de tanques rusos entrando en la ciudad.

 Ya que no había clase, ni tanques rusos en el horizonte, y que era una agradable mañana de abril, decidí pasearme por los alrededores del palacio presidencial donde, decía la tele, se agolpaban los polacos expresando su dolor. Pero, en un primer momento, yo sólo podía ver a gente con sus cámaras grabando, así que pensé:

 ¿Es el dolor, o es un anuncio del dolor?

 Me acerqué más, y seguía viendo cámaras. Intenté dirigirme a donde esas cámaras apuntaban, pero de nuevo no encontraba más que nuevas cámaras apuntando. Y así en un laberinto de espejos que reflejan otros espejos que reflejan a otros y en cuyo centro, en definitiva, no hay nada.




 No era el dolor, por lo tanto, ni un anuncio del dolor, sino un anuncio sobre gente que filma anuncios de gente filmando.

 La verdad, uno echa de menos algo de sustancia, algún pequeño show que justifique tanta cámara y tanto espejo. Por ejemplo: una joven probándose bikinis de colores, o un anciano ajustándose una túnica blanca. Acaso esto mismo pensaban los camarógrafos que fueron al Vaticano para la coronación del papa Francisco (mucho más numerosos, y más baratos, que quienes trabajaron para filmar el apogeo de Benedicto en 2005:


), y acertaron cuando apareció aquel hombre de blanco dispuesto a escenificar ante las cámaras su pobreza (suerte tuvieron de que el argentino no fuera como el paralizado cardenal Melville, nombre excelentemente elegido de la mediocre peli "Habemus papam" de Moretti). Y de ahí que todo el boato teatral de los sumos y los pontífices fuera de agradecer (en este caso en versión bo-bo: bourgeois-bohème).

 En este sentido, humildemente propongo que el próximo país al que se le muera un presidente contrate por lo menos a unas cuentas plañideras, en bikinis de colores si es posible, para que los muchachos de las cámaras tengan algo que filmar diferente de sí mismos filmando.

 Porque hay ocasiones en que uno echa de menos incluso el cloroformo de las lunas sifilíticas, y azules.

martes, 26 de marzo de 2013

Guitarra y tambor


    














SI TIENES UN AMIGO QUE TOCA TAMBOR

Si tienes un amigo que toca tambor
Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
Más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo, entonces,
Que ese amigo guardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
Que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
Y un amigo que toca tambor.
 
(Manuel Morales)

miércoles, 13 de marzo de 2013

Un Papa latinoamericano: la última victoria de Colón


  Llegaron los españoles y dijeron: desde ahora sois súbditos del Rey de España y del Dios de los Cristianos. Con las armas lo consiguieron: tres siglos de dominación política. Con las letras consiguieron mucho más: cinco siglos después, el Súbdito Supremo de Dios es nacido en la América Española y Cristiana. Felicitaciones.

martes, 12 de marzo de 2013

Poesía, lenguaje, poesía social, Caribe, Adidas

 Una "obra de arte pictórica" no es otra cosa que un sancocho de pinturas tiradas sobre un pedazo de tela, vinieron a decir los impresionistas, que luego fueron tomados muy al pie de la letra por pintores posteriores, tipo Pollock:


 Algo tan obvio tomó tiempo, mucho tiempo, en ser comprendido, cegados como estábamos por idealismos platónicos. Del mismo modo, se tardó tiempo en entender que la poesía es, antes que nada, un asunto de lenguaje, de combinar palabras. Para entonces estaba empezando a gestarse una reacción que, sorprendentemente, se pensó como revolucionaria: la poesía temática, por así llamarla, aquella en la que el tema parece estar por encima de las palabras con que se expresa. O, para entendernos y simplificarlo, la poesía social.

 En realidad, sí creo que parte de la poesía social fue revolucionaria, pero lo fue, al contrario de lo que se piensa, por una cuestión de lenguaje, porque revolucionó el lenguaje poético al acercarlo al habla coloquial y darle todo el vigor de lo popular y carnavalesco. Por el contrario, cuando se abandonaba lo más humilde y concreto, lo más terrenal, que es el lenguaje, en aras del idealismo  autoritario, se escribían unos poemas-panfleto que, además de tener una pésima calidad literaria, resultaban políticamente conservadores, por más que allí un Roque Dalton o un Gabriel Celaya exaltaran la lucha de los pobres.

 El lenguaje nunca es neutral, esta es la lección que tenemos que tener muy en cuenta ahora que, parece, se acerca una nueva ola de poesía social en España. Y para ejemplificarlo quizás podamos aprender de la poesía anglófona del Caribe. Veamos cómo un conocido poeta jamaicano residente en Inglaterra, Linton Kwesi Johnson, expresaba su rechazo a las políticas racistas de Margaret Thatcher:

       "Maggi Tatcha on di go
        Wid a racist show
        But a she haffi go
        Kaw,
        Right now,
        African
        Asian
        West Indian
        An’ Black British
        Stan firm inna Inglan
        Inna disya time yah"

 

 "Inglan is a bitch", resume el poeta, pero la fuerza de la frase no recae tanto en la palabra "bitch" ("puta") como en la palabra "Inglan", derivación caribeña de la palabra "England". ¿Os imagináis este poema escrito en "perfecto" inglés estándar? Sería no solo contradictorio, sino también contraproducente: una forma de dar la razón a las políticas asimilacionistas que proclaman la supremacía de lo estandarizado, que consideran lo santificado por el poder como lo "normal"... En el contexto del poeta, escribir "Maggi Tatcha" es la mejor manera de resistir las políticas racistas de "Margaret Thatcher".

 Se trata, por tanto, de una cuestión de lenguaje. Y es que la lucha social, en poesía, no es otra cosa que una lucha de palabras. Lo que no es poca cosa... ¿Cómo ha conseguido el "neoliberalismo" de los poderosos dominar el mundo? A veces a través de las armas, sí, pero mayoritariamente a través de las letras, del arte, que en su caso encontró su mejor expresión en la publicidad, la mejor manera de "contagiarnos de su poder" sin darnos ni una pizca de su poder...

lunes, 11 de marzo de 2013

Chávez desde un país vecino


 Interrumpen la clase para contarme la noticia de la muerte de Chávez. Estamos en la isla de Trinidad, a sólo 11 kilómetros de Venezuela, y la noticia causa mucho impacto. Decido utilizarla como tema de clase, y de repente me encuentro rodeado de furibundos antichavistas. Una estudiante intenta matizar las opiniones de sus compañeros diciendo que en realidad nunca hemos recibido noticias imparciales sobre el recién fallecido, que no conocemos lo suficiente la realidad de Venezuela. Le pregunto cómo es posible, siendo que somos vecinos, y su brillante respuesta lo aclara todo: "en realidad somos más vecinos de Estados Unidos que de Venezuela".

 Pero hay datos objetivamente irrebatibles, señala otro estudiante, convencido de que en Venezuela hay una dictadura, y señalando como prueba el hecho de que el gobierno venezolano haya sacado al ejército a las calles en la noche en que murió su presidente. Un estudiante, sí, de Trinidad y Tobago, donde hace sólo un año se declaró un "estado de emergencia" (con toque de queda incluido) por el cual, y durante cuatro largos meses, los soldados patrullaron en las calles con poderes especiales y derechos constitucionales suprimidos.

 A los pocos días, hablando del tema, una de las muchas venezolanas que viven en Trinidad (en su gran mayoría antichavistas), mostraba su alegría por la muerte de Chávez quien, según ella, todo lo hizo mal en su país, a diferencia de la próspera isla de Trinidad. Unos minutos después, hablando de unas fiebres de su hija, se quejaba con amargura del sistema sanitario trinitense, y respiraba aliviada al decir que al menos puede ir en verano a Venezuela para que el sistema público le haga una buena revisión de salud a toda la familia.

 Abordar el tema de Chávez en una clase de lengua tiene mucho sentido. Cuando rebato la idea, espeluznantemente común, de que Chávez era un dictador, algún estudiante me pregunta si soy chavista. Y yo le respondo: no soy chavista, pero soy lingüista. Y basta ser lingüista para asegurar que en Venezuela no hay una dictadura, sino una democracia (al menos en el sentido en que los países occidentales usan la palabra). Aparte de esta constatación, es difícil tener alguna otra opinión firme, no por falta de información, sino por exceso de información manipulada. Basta con ver la recopilación de portadas de periódicos españoles sobre la noticia (hecha por Público):


  Desde luego, un disparate insultante. En lugar de decir que habrá elecciones en un mes, donde los venezolanos elegirán libremente al nuevo presidente, manipulan los datos para hacernos creer que estamos ante una dictadura. Casi se diría que el más suavecito es "El Mundo", que al menos habla de "campaña electoral" y, por lo tanto, reconoce la existencia de elecciones. Pero los titulares de "La Vanguardia" y de "El País" (de "La Razón" ni hablamos, ya sabemos los monstruos que produce) son especialmente manipuladores y sangrantes. Recuerdo el brillante título de aquel libro de Jorge Riechmann, "El día que dejé de leer El País", de hace ya quince años. No es de extrañar la conexión entre "El País" y el PSOE, dos organismos que han hecho más daño a la izquierda que todos los titulares de "La Razón" y tertulianos de "Intereconomía" juntos.

 Quizás en este caso también sea suficiente la lingüística para asegurar que los cuatro, "La Razón" e "Intereconomía", el PSOE y "El País", no son sino diversas formas de representar la derecha oligárquica.

domingo, 10 de marzo de 2013

Cónclave



                     "Me repugna lo hueco,
                     La afición al misterio,
                     El culto a la ceniza,
                     A cuanto se disgrega."

               (Oliveiro Girondo for Daddy!)

Poesía, amor, Roberto



Poesía contemporánea: cómo decir te quiero sin que se note, creer que no.

Algo de Roberto, Bolaño:

Tal vez no ame a nadie en particular   dijo
mientras miraba a través de los cristales
(La poesía ya no me emociona) - ¿Qué?   Su amiga
levantó las cejas   Mi poesía   (Caca)
Ese vacío que siento después de un orgasmo
(Maldita sea, si sigo escribiendo llegaré a sentirlo
de verdad)   La verga parada mientras se desarrolla
el Dolor   (Ella se vistió aprisa. Medias
de seda roja)   Un aire jazzeado   una manera de hablar

sábado, 9 de marzo de 2013

Adoración


                   Los gobiernos adoran a los súbditos que callan
                   Les rinden culto en los templos comerciales
                   Los centros comerciales son el latido de la ciudad
                   Mi corazón late con fuerza en las filas del Zara
                   Me gusta cuando late porque está como ausente
                   La ausencia es un símbolo de las rebajas
                   Las rebajas son un símbolo de ropa más barata
                   Me gusta que la ropa sea más barata durante la crisis
                   Es de justicia y me hace feliz

jueves, 7 de marzo de 2013

Para qué leer (2)


          - ¿Y tú qué estudiaste?
          - Administración de empresas
          - ¿Y eso para qué sirve?
          - Para administrar empresas
          - ¿Y eso para qué sirve?
          - Para ganar mucho dinero
          - ¿Y eso para qué?
          - Para comprar muchas cosas caras
          - ¿Y para qué?
          - Para ser feliz
          - ¿Eres feliz?
          - ¿Y eso para qué sirve?

Bricolaje



                       Cuándo estaremos, mi vida,
                       como los pies del Señor:
                       el uno encima del otro
                       y un clavito entre los dos.

                      (Copla popular)

miércoles, 6 de marzo de 2013

Educación y democracia



 ¿Por qué el mundo no se mueve al ritmo de las ideas "bonitas"? O no lo suficiente... Esta es una pregunta adolescente que me solía hacer cuando era adolescente, y ahora también. Pongamos por caso: estudias en la clase de historia que hace más de doscientos años triunfó una revolución que decía "libertad, igualdad, fraternidad", y luego en casa escuchas al presidente de turno elogiar la democracia y el pack completo (educación, diálogo, libertad, igualdad, etc.). Entonces, ¿será que ya hemos ganado y ni cuenta nos dimos?

 Luego viene la realidad. Y una de las claves es esa, descender a lo concreto, al mundo de las sombras, y que muera Platón. En mi caso, de lo más concreto, y a veces sombrío, que me rodea es mi trabajo como profesor de universidad. Veamos: en las clases de humanidades no hay profesor que no clame contra el autoritarismo y en favor del pensamiento crítico y la democracia. De hecho, viven (y bastante bien) de ese discurso. Pero... ¿cómo lo enuncian? De forma autoritaria y profundamente antidemocrática. Y con miedo, parapetados en su estrado como en una barricada, asegurándose de que la corbata esté bien cargada. Lo he escuchado así, literalmente: "el estudiante es el enemigo". Que escuchen, que apunten, pero que no disparen, que ellos tengan todavía más miedo, se trata de instaurar la guerra fría en la clase. A lo mejor en una clase que trata sobre la importancia del diálogo y la confianza (siéntanse libres de hacer preguntas al final de la charla).

 A veces pienso que estas actitudes son más dañinas que los tertulianos de Intereconomía. En serio. Porque si pones esa cadena (esperemos que luego tires de ella), ya sabes lo que vas a encontrar: un discurso autoritario a favor de la autoridad de los poderosos, tiene su lógica. Es más grave el problema cuando los que se presentan como alternativa resultan tener los mismos medios para imponerse (y, ya sabemos, el medio es el mensaje). De hecho, también parecen tener los mismos objetivos: imponerse.

 Entonces, y ya que hay que ser concretos, ¿qué puedo hacer mañana en clase para no fomentar la continuidad de las injusticias del sistema, para ayudar a la formación de personas más libres y críticas? No es fácil la respuesta, y no siempre tiene uno el tiempo o el humor para replantearse cada día el sistema para-contra el que uno trabaja. Pero, sin duda, vale la pena. Acaso sea lo único que valga la pena en esta profesión, lo único que no se puede encontrar en Wikipedia.

 Trabajemos con el concepto de "democracia". A poco griego que uno sepa, o practique, se dará cuenta de que la palabra "democracia" no tiene relación alguna con votar cada cuatro años a uno o a otro partido político. ¿Cómo les explico a mis estudiantes lo que debería ser la democracia, el poder del pueblo, que las personas participen en las decisiones que les afectan? Pues, sencillamente, dándoles el poder, haciendo que ellos dialoguen y decidan las cuestiones más importantes de la clase, incluyendo la forma de hacer (o no hacer) exámenes. Y luego decirles: esto es democracia, ¿es así cómo participáis en las decisiones del Gobierno?

 En el último semestre ideé un sistema basado en el 15-M, donde los estudiantes formaban distintas comisiones de trabajo (desde la comisión de evaluación hasta la de asuntos exteriores) en las que, tras informarse del asunto en el que se especializaban, dialogaban con sus compañeros de comisión hasta dar forma a una serie de propuestas. Luego pasaban a explicar sus conclusiones a toda la clase, constituida como asamblea que discute, enmienda y finalmente vota cada propuesta, hasta que de este modo obtenemos el conjunto de "leyes" por las que todos nos regiremos en la asignatura, incluyendo el profesor (que es un votante más). Finalmente, cada comisión será la encargada de aplicar sus propuestas en las clases venideras. Considerando que, en mi caso, todo esto lo tienen que hacer en español, siendo anglófonos, el reto es doble, y dobles son también sus beneficios.

 El resultado, yo creo, ha valido mucho la pena, aunque sólo sea por el ambiente que se crea en la clase. Y por lo que uno disfruta. Claro que también hay varias, e importantes, dificultades, como la existencia de estudiantes (iba a decir: ciudadanos) apáticos, o que piensan que eso es trabajo del profesor (iba a decir: del político), o que finalmente acaban siendo más conservadores en sus decisiones que un profesor tradicional. También, todo hay que decirlo, a veces es cansino aplicar la democracia, y uno tiene tentaciones de tomar un camino más "recto" (en los tres sentidos de la palabra), sobre todo cuando en ocasiones la clase se convierte en un pequeño caos. Pero de los errores se aprende a mejorar el proyecto, cuántas veces decimos a los estudiantes que se arriesguen a cometer errores, mientras nosotros queremos dejarlo todo bien atado. Vale la pena experimentar, abrirse a las posibilidades, intentar crear una chispa para el cambio.

 O, más bien, considerando lo que decimos, y lo que ganamos por decirlo, intentarlo es nuestro trabajo, nuestro imperativo moral.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Para qué leer




  A raíz del artículo de Iván Thais sobre “¿Para qué leer?” (http://blogs.elpais.com/vano-oficio/2013/02/porfrank-zaatar-h.html), me surge la necesidad de replantear uno de sus argumentos más destacados, hoy en día aceptado incluso entre los propios escritores, y es la creencia de que leer no te hace mejor persona, lo que el autor ejemplifica en la imagen de Hitler leyendo a Hamsum.

   Habría que empezar yendo al origen de esta afirmación, que uno encuentra relacionada con el final de los grandes relatos y, particularmente, del relato sobre el progreso continuo y lineal. Y aquí vendría la famosa sentencia de Adorno sobre que no se puede escribir poesía después de Auschwitz e, incluso, que los campos de concentración son el punto de llegada de la cultura occidental, siendo el origen la razón ilustrada. También se suele decir que el nazismo surgió en el que entonces era el pueblo más culto de Europa; aunque precisamente los nazis se distinguieron por su persecución contra la cultura, demostrando así su potencial peligro (el de los nazis y el de la cultura). La ideología dominante hoy en día ni siquiera tiene que esforzarse en buscar un mechero.

   Por otro lado, también se ha producido una suerte de “venganza” contra la relación entre elitismo y cultura. Ciertamente, la lectura fue durante siglos un terreno vedado para unos pocos privilegiados, que muchas veces exhibían sus conocimientos como signo de distinción, de que, en definitiva, eran mejores que aquellos a quienes sometían. Es verdad que esta relación todavía es muy palpable (ahí están los “Corte Inglés” con librería en la planta baja), pero de alguna manera creo que, al menos en los países del llamado “primer mundo”, esta situación ha cambiado tanto que incluso, en ocasiones, puede hablarse de una inversión de valores, puesto que muchas celebridades parecen jactarse de su incultura y, en general, el esfuerzo que supone leer ya no es “cool” (ni económicamente productivo, que es la piedra de toque de la ideología burguesa hoy dominante). En todo caso, este anti-elitismo mal entendido ha llegado al punto de que mucha gente que roza el analfabetismo funcional te afirme convencido que tu opinión sobre la calidad literaria de Dan Brown o de Paulo Coelho no es superior a la suya.

   Es obvio que la opinión sobre la calidad literaria de un libro es superior en un lector experto, pero también es cierto que esto no le da una autoridad moral superior. En definitiva, hay que reconocer que uno no es mejor persona por leer. Lo que no significa que leer tenga el mismo efecto que hacer sudokus. Entonces, ¿en qué consiste el efecto de la lectura? Yo diría que leer no te hace mejor persona, pero sí te permite profundizar en diversas formas de sentir, entender y expresar. Otro asunto es qué sentimientos o creencias quieras explotar: uno puede estar abierto a la complejidad del mundo y de las personas, y leer literatura de verdad, o puede preferir encerrarse en simplismos tranquilizadores, y leer “bestsellers”; igualmente, un Hitler encontrará libros para profundizar su odio, mientras que otra persona puede buscar lecturas que incrementen su interés por lo diverso. De todos modos, la cuestión no es tan sencilla: en última instancia, un mismo libro (digamos, por ejemplo, el Zaratustra de Nietzsche) puede tener interpretaciones (y, por tanto, usos) muy dispares.

   Yo diría que la utilidad de la literatura se asemeja a la utilidad de la ciencia (que nadie discute, como no se discute lo que puede producir dinero). Al igual que la ciencia profundiza en nuestro conocimiento de la naturaleza, pero después son las personas quienes deciden hacia dónde dirigir ese conocimiento (bomba atómica o curación de enfermedades), la literatura profundiza en nuestro conocimiento (entendido también como sensibilidad) de lo humano, pero eso no significa que esa profundización vaya a tener necesariamente consecuencias positivas. Y tampoco significa que no pueda tenerlas.

   Y, al igual que no sería posible decidir parar la ciencia, aunque a veces sea inútil y a veces peligrosa o contraproducente, tampoco podemos parar de leer, del mismo modo que un niño no puede parar su crecimiento. Por mucho que no tengamos claro si es mejor ser adulto que ser niño, lo cierto es que hemos llegado a ser adultos, unos adultos inmersos en un mundo especialmente complejo que, simplemente, no podemos dejar de intentar entender. Y luego, por supuesto, intentar que todo aquello que descubrimos sirva para hacer más felices a las otras personas, que es la mejor manera de hacerse uno mismo feliz.